Cuánto me ha costado escribir estas líneas…
El lunes pasado volvimos de vacaciones, es curioso, nos fuimos sin expectativas, que gran concepto!, y volvimos envueltos en esa magia inesperada de haber tenido días en los que la leucemia no se encontraba ni siquiera escondida en la sombra de nuestro recuerdo. Días de mar, playa, risas, amigos, cervecitas, juegos y pocas horas de sueño por querer alargar esa sensación de paréntesis que dentro de nosotros sabíamos que tenían un final irreversible.
Y aquí estamos, de nuevo. La sensación es extraña, extraña y, aunque uno trate de darle la vuelta en este esfuerzo titánico de deconstructivismo positivo, también es dura, muy dura.
El trabajo me absorbió desde el primer día de forma abrumadora, volviendo a hacer que el tiempo en el que mis ojos lograban posarse al fin en mis hijos, fuera con ellos prácticamente dormidos.
También el hospital y la rutina de la lucha a la que nos enfrentamos nos ha golpeado de frente cogiéndonos sin armadura. Fuimos el martes para ver si sus defensas le permitían entrar en la Reinducción que nos tocaba hoy en la UCI, y todo perfecto: cuatromil leucocitos de los cuales dos mil y pico eran neutrófilos, y claro, cuando todo parece que bien y el que viene sin defensas eres tú siendo poco previsor, los traspiés te salpican más profundamente… en fin tampoco me apetece mucho hablar de ese suceso.
Cuando además por primera vez en todo este tiempo ves que la intratecal le provoca vómitos a nuestro ángel durante casi un día completo y que desde ya el segundo día de corticoides se aplatana, pues te cuesta enfrentarte a subir una montaña como esta y sobretodo cuando no te habías equipado con mochila, cuerda, arneses, ni siquiera víveres.
En fin… que llevamos 4 días de vuelta en los que la realidad nos ha golpeado frontalmente tanto que parece que fue hace más de un mes que ya estamos aquí, un mes en el que no he conseguido sentarme ni siquiera a compartir mis emociones con Eva, mi compañera de expedición, con la que en lugar de poder reconstruir todo en positivo, nos hemos encontrado en esta ventisca de nieve…
Pero parece que la tormenta ha empezado a escampar. Hoy es sábado, ha llovido y parece que el agua se ha llevado parte del cansancio, parte del aplatanamiento de Guzmán, parte del apesadumbramiento de mi cabeza… Tenemos dos días para volver a disfrutar de esos pequeños detalles que hacen que cada día contenga un pequeño pedacito por el que merece la pena vivir. Parece que el Reiki que le estoy haciendo desde ayer al corticoides reduce sus efectos secundarios. Y parece que el espejo nos empieza a sacar de nuevo una sonrisa que no estaba tan escondida.
Os dejo esta maravillosa canción de Gardel que me ha rodeado la cabeza estos días. Esta versión de Calamaro me encanta.
«En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.»
Khalil Gibrán