Miro pasar a la gente, en una calle un poco anodina, de barrio. Transeúntes paseando, volviendo de la compra, niños que meriendan mientras vuelven del cole, algún abuelo con pasos lentos y calmados…
Llega un coche rojo que me llama la atención en una tarde algo gris de otoño. El coche rojo aparca delante de mí, en la misma puerta de nuestra oficina. Jamás he visto un hueco libre en nuestra calle.
Pienso que ese conductor del coche rojo es una persona con muchísima suerte. Sonrío bajo mi mascarilla, imaginando cómo será.
El conductor se baja con una sonrisa radiante. Me parece una especie de milagro entre tanto gris otoñal. Es mi invitado, Víctor Mediavilla.
Y así empieza una conversación preciosa con él, un tipo muy joven y muy sabio que no puede dejar de irradiar esa magia que llevan consigo las personas buenas.
En todo lo que le ha pasado en la vida, siempre ha encontrado algo positivo. Es un hombre que se considera muy afortunado por la vida que ha tenido. Y compartir esta conversación con Víctor me hace comprender y reafirmar que esto es un estilo de vida, un acto de rebeldía ante un mundo a veces tan gris como nuestra tarde de otoño.
Víctor tiene 33 años, y trabaja como Director de compras y logística de una empresa de catering. A él le encanta pensar que su trabajo hace posible que el resto de departamentos y compañeros brillen y consigan el éxito. Como una extensión de su propia filosofía de vida: ayudar a los otros. Me hace reír cuando su teléfono suena mientras me cuenta esto y salta la música de El Equipo A.
Tengo mucha curiosidad por saber cómo empezó su reto y por qué quiere hacerlo con Unoentrecienmil. Y entonces me suelta así, como el que te cuenta que se va a hacer un té, que con 15 años tuvo un linfoma de Hodgkin, un cáncer en la sangre que ataca el sistema linfático en los linfocitos tipo B. Con 15 años. En plena adolescencia.
Víctor, durante su tratamiento a los 15 años.
Víctor sigue hablando de su experiencia y a mí me fascina la naturalidad y la pasión que pone en su discurso. Las frases le salen de las entrañas y las comparte sin pudor y sin duelo, porque sabe que su testimonio puede ayudar a las personas que nos leen.
Apasionado del deporte, se ha formado en actividad física, y su trabajo de fin de grado lo tituló Mejorar la calidad de vida de los niños con cáncer a través de la educación física. Le pregunto si sigue haciendo deporte.
La enfermedad que superó ha tenido un poder transformador brutal, pura energía que emplea en volcar su corazón en los que pasan por lo mismo que él. Él contribuye, junto a otros, a crear juntos un espacio en el Hospital de La Paz para hacer un estudio pionero del impacto del deporte en la curación del cáncer infantil.
Poder hablar con Víctor ha sido una ofrenda a la gratitud. Sus palabras transcienden lo puramente informativo para encontrarte con lo humano, con lo más profundo que habita en la bondad de una persona. Por eso ahora a veces me confundo y le cambio el apellido. Gracias, Víctor Maravilla.
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